31/3/08

El vampiro

Agazapado, azechando en la oscuridad. Era la hora de cazar y su presa se allaba frente a él.
El vampiro olfateó el rastro y sonrió temblando de deseo y lujuria.
Esta vez no se le escaparía. Esta vez por fin sería suya y el se alimentaría de la sangre que fluiría dulce y caliente de su interior.
Andando entre las sombras la vigilaba. Era joven, llena de vitalidad, hermosa. La brisa suave le llevaba un excitante aroma a jazmín mezclado con el aún más excitante aroma de la juventud que solo los de su clase sabían percibir.
Cada vez estaba más cerca, podía percibir la inquietud de la joven que lo sentía pero no lo podía ver.
Le faltaba poco, se encontraban a un metro escaso de distancia, podía oler su miedo como tantas otras noches lo había olido en ese mismo lugar cuando también la seguía. Era suya, solo tenía que saltar i ella no se podría resistir a su fuerza i su poder.
El vampiro se inclinó un poco para cojer impulso y saltar. Entonces ella miró de reojo hacía atrás y el vio su rostro, sus labios rojos, sus ojos grandes y azules llenos de miedo buscando a quien la estaba siguiendo.
El vampiro sintió que sus fuerzas se desvanecían con esa mirada. Algo extraño se apoderó de él, algo que jamás antes había sentido, algo más fuerte que la lujuria y el instinto de supervivencia que lo guiaba todas las noches de su inmortal vida...
No sabía que extraño poder tenía esa muchacha que lo doblegaba y le impedía obrar según le dictaba su naturaleza. Otra vez había fracasado al contemplar la belleza de ese rostro...
Y sin saber porque la próxima noche volvería a azecharla, volvería a sentir el deseo y volvería a fracasar. Como la noche anterior y la anterior a la anterior...
Era el momento de volver al hogar....

La muchacha, asustada, volvió la cabeza de nuevo, pero solo contempló una capa que se agitaba en la oscuridad...

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